«Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura».
Edgar Allan Poe.

sábado, 8 de mayo de 2021

Sábado, 8 de mayo de 2021

Desde hace tiempo llevo teniendo un pensamiento recurrente el cual se ha intensificado durante esta semana, llegando incluso a no dejarme dormir en alguna ocasión: ¿Es posible que los comportamientos y las formas de pensar se contagien? ¿Es posible que pases tanto tiempo con una persona que llegues a aceptar e incluso interiorizar una determinada forma de ser, aun cuando sabes que ese comportamiento es tóxico o irracional? Evidentemente es posible. Y lo sé porque así siento que me ha ocurrido.

Por un lado, siento que estoy siendo injusto con aquella persona que pienso que me contagió esos comportamientos. Al fin y al cabo, soy yo el que ahora se comporta así. Por otro lado y por suerte, tengo la capacidad de controlar esa parte de mí más pasional e irracional para no exteriorizar demasiado mis sentimientos, aunque por dentro diste mucho de estar siquiera calmado.

Tengo la sensación de que, en el fondo, nada ha cambiado en mí. Sigo siendo la misma persona tranquila y serena que necesita solo un rato de lectura para evadirse y soportar la más cruel de las rutinas. Sin embargo, sí que ha cambiado algo en mí, aunque lo reprimo y lo controlo en la medida que me resulta posible. Me he visto celoso, enfurecido, controlador… Y en todos esos momentos he sabido frenarme, pensar en lo que estaba haciendo mal, en el sinsentido que era pensar o sentirse de esa forma y dar marcha atrás.

Pero hubo una ocasión, una tan solo, en la que no pude hacer nada para controlar los sentimientos que me producía aquella situación. Mi cuerpo dejó de responderme y comencé a temblar, y no pude parar de hacerlo durante días. Incluso hoy, pensar en todo aquello hace que me vuelvan los temblores. Entiendo que es porque esa herida sigue sanándose de algún modo. Sanándose… Realmente no me importa demasiado si me acabo desangrando completamente por culpa de esa herida.

Y, precisamente hoy, sin haber hablado nunca de esto con nadie, una de mis mejores amigas, con la que tengo una conexión especial en cuanto a estos temas, me manda una foto de una página del libro que se está leyendo porque siente, de alguna forma, que me puede resultar interesante o me puede ayudar. En la página se puede leer una pequeña reflexión sobre aquellas reacciones que se alejan drásticamente de cómo nos hubiera gustado sentirnos o comportarnos, que nos castigamos demasiado por ello y que puede resultar frustrante el ver que, al final, todo sigue igual.

Tal y como decía antes, tengo la sensación de que nada ha cambiado y quiero pensar que es así, aunque sé que no. Y es, quizá, ese pensamiento lo único que consigue calmar, en cierta medida, este temblor. Dudo que, por muy Karamázov que sea, pueda arder eternamente con semejante pasión.

 

PD: mil gracias a mi amiga por cuidarme a ciegas. No es la primera vez que lo hace ni será la última.